No entiendo el entorno adulto

Recuerdo hace unos años cuando me gradué del colegio. Lloraba a cántaros, pero no de felicidad o de tristeza. Lloraba de ansiedad y miedo, sí, miedo a ‘ese mundo’ allá afuera al que tendría que enfrentarme. Salir de una etapa en la que siempre estuve metida en mi propia burbuja me aterraba, pero lo hice y aún siento que me falta descubrir otras cosas en este extraño entorno adulto.

Soy una joven adulta, muy madura para mi corta edad, y aún así me sobran cosas por vivir. No entiendo el entorno adulto porque se vive de apariencias, miedo y actitud poco importa, y esto suena poco coherente, pero debo explicarme.

Apariencias: Nos jactamos de que “encajar en un grupo social” es algo de adolescentes. Cuando los adultos tienen que fingir una sonrisa sólo porque es más fácil.

Miedo a enamorarse: mientras un adolescente se aventura a sentir miles de cosas cuando se enamora, los adultos prefieren guardar esos sentimientos para no parecer idiotas. Les rompieron el corazón un par de veces, piensan que todas las personas son malas (¡lo cual es estúpido!) y se dedican a literalmente valer verga con sus próximas parejas.

Poco importa: a veces al resto de personas se les olvida que todos somos humanos y que tenemos emociones que a veces nos juegan en chueco. Pero a nadie le importa cómo estás, si estás bien de salud o si te despidieron de tu trabajo. A veces no llegan a entender que hablando con otras personas, pueden encontrarse a ellos mismos y prefieren encerrarse en sí.

A mí en lo personal me ha funcionado la mayoría de las veces, conversar sobre mis problemas y rectificar si realmente son “la gran mierda” o si me estoy ahogando en un vaso de agua. Las veces que fallo, es porque he confiado en idiotas, inmaduros o personas que tienen vergueros más fuck ups que los míos, los peores son los que se dan golpes de pecho diciendo “lo tuyo no es nada”, ¡me vale verga si opinas eso, quiero que me des un consejo, no que subestimes mis problemas!.

Me ha tocado “ser menos confiada” a punta de golpes, y aun así es natural en mí ser empática y confiar en las personas. Pero de eso hablaré en mi artículo Manzanas Envenenadas.

Mientras, al recordar a esa Mayii llorona en la graduación, puedo asegurar que hay algo que nos diferencia: ya el miedo no es un motivo para llorar.

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Foto del 2013

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