El pasado 9 de enero se realizó una manifestación en la Cinta Coimera, en donde un puñado de panameños dijo presente para hacer la gestión de presentar un anteproyecto de ley que declara la «muerte civil» de todo aquel político corrupto, para que no vuelva a postularse a cargos públicos y así dejen de lucrarse con la plata del pueblo.
Sinceramente yo no pude ir a la manifestación porque todos en mi familia trabajan en el gobierno (por lo menos algo que puedo agradecer), y en el boca a boca pueden salir perjudicados. Mi forma de decir presente es promulgándolo de esta manera, trabajando honradamente por mi país y pagando mis impuestos. Al César, lo que es del César decía el mismo Jesucristo, y aunque me llene de rabia que los políticos actuales (como todos en cada uno de los gobiernos de mi país) se sigan llenando los bolsillos con coimas, sobrecostos y sobornos; sigo con la esperanza de que avancemos y veamos la luz al final de este túnel tercermundista.
Varios escándalos han pasado con los últimos gobiernos, que a duras penas se han solucionado con multas absurdas que, comparado con todo lo «ganado», es como quitarle un pelo a un gato. Condenas de «casa por cárcel», fianzas, «país por cárcel»; y toda clase de beneficios de los que gozan aquellos que tienen poder.
Y a veces me pregunto, ¿qué poder?… Si tu plata es robada o lavada, ¿qué poder real tienes si tu plata no es tuya? ¿Poder de influencia? Si eres un charlatán y oportunista ¿Poder de inteligencia para los negocios? Si monopolizas, corrompes e incitas a otros a involucrarse en tu causa con mentiras. ¿Poder de respeto? Si con todas las mierdas que haces, los mismos que te lamen las botas son los que hablan de tí y en el momento más inesperado te meten un puñal en la espalda (a veces literalmente para callarte).

Todo el mundo de la politiquería panameña es una pantomima llena de tránsfugas, enemigos políticos pero amigos y socios en sus negocios, lame botas y corruptos que tienen un fin en común y es el mismo por el que aquel 9 de enero de 2018 peleamos todos los panameños de clase media. Y puedo jurar por el mismo Dios que toda la gente que estuvo en aquella manifestación es de clase media trabajadora.
Piensa un poco…
La clase alta no fue porque es la que se beneficia con la corrupción en general: inversionistas, empresarios, socios, altos cargos en el gobierno, dirigentes de partidos políticos, donadores de campañas políticas, sociedades anónimas que tengan contratos con el gobierno, organizadores de la JMJ 2019, etc.
La clase baja no fue porque son los que se benefician con programas del gobierno: 100 a los 70, control de precios, donaciones de hogares por parte del MIVIOT, (la mediocre) beca universal, etc.; aquellos extranjeros que no cuentan con permiso de trabajo y no pagan impuestos, igualmente aquellos transportes y negocios piratas, aquellos que reciben subsidios del gobierno y que se encuentran en riesgo social.
Entonces, ¿qué queda? Un puñado de panameños cabreados de estar cargando con estos dos tipos de lacras que se aprovechan del presupuesto del país (osea, somos los más awebaos). Aquel presupuesto que debería ser destinado para reparar las calles, botar la basura, mantenimiento de escuelas, instalaciones deportivas, servidumbre, obras, carreteras, puentes, áreas de esparcimiento, promover la cultura, el arte y la música, etc.
¡Pero no! Antes de todo eso deben beneficiarse los intermediarios, autoridades, los patrocinadores e inversionistas, para que sólo le quede al pueblo una pequeña parte y se haga con recursos baratos, de manera incorrecta y de ya pa’ ya. Con todo esto sucediendo años y años en el país, ¿quién no se deprime? Y es difícil mantenerse incólume, sabiendo que trabajando de manera honrada no paga… ¡Literalmente! No podremos avanzar como nación si sólo somos un puñado de gente honrada, educada y trabajadora.
Como decía mi abuelo: hay que seguir trabajando, y buscando entre los pocos que quedan, algún líder que de verdad quiera hacer las cosas bien. Sólo el pueblo tiene la potestad de elegir en las próximas elecciones quiénes manejarán un nuevo presupuesto para que no caiga de nuevo en las mismas sucias manos.
[…] en venta, y nos tenían locos con la construcción de obras y los malditos sobrecostos de Odebrecht, había más plata en nuestros […]
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