Sí, ¡Ya basta de tanto veneno! No podemos seguir viviendo así, con rencores innecesarios en nuestro corazón y sin lo que representa el estar bien con todos y con Dios. Pero no, todos somos pecadores y «el bochinche no nos gusta… pero nos entretiene».
Muchos hemos estado en la posición de juzgar a alguien más, por sus acciones, su pasado o sus palabras, como se dice por ahí, miramos la brusca en el ojo del otro en lugar de ver primero el nuestro, y encima decir «eso nunca me va a pasar a mí». Incluso he visto que muchas veces se juzga sin siquiera conocer, no le agradas a muchas personas y tú nisiquiera sabes por qué. Todos hemos pasado por eso.
A veces debemos quitarnos el orgullo, por muy difícil que sea y preguntarnos, ¿por qué juzgo a esa persona? ¿qué me hizo esa persona para que yo me molestara con ella? ¿tiene solución?. Una persona consciente y madura podría hacer el ejercicio y reflexionar sobre ello, pero la realidad es que no afrontamos estas situaciones y, por muy estúpido que sea, no cambiamos de actitud y preferimos seguir hablando mal de los demás.
Como mujer que soy, muchas veces me reúno con mi grupo de amigas a hablar de otras chicas, ya sean cosas buenas o malas, a hablar de sus novios, de sus ex novios, de sus amistades, de cómo hablan, de cómo se visten, bla bla bla… Hasta que el diablo escucha y aprende. ¡Es en serio! Esto es completamente normal, porque entre mujeres naturalmente nos odiamos unas a otras… Yo lo expuse muy bien en un artículo llamado Mujeres que odian a mujeres.
Independientemente de esto, muchos caemos (y me incluyo) en juzgar sin conocer a las personas, y me ha tocado volver a toparme con chicas, que en determinado momento no me agradaban, quizás no personalmente pero a diario leo sus tweets y muchas veces conversamos sobre temas vanales e incluso íntimos, que tenemos en común ¡y nisiquiera lo sabíamos!. Es un poco extraño que en el colegio hayas visto tan mal a alguien y que afuera, cambie totalmente tu perspectiva de esa persona.
Porque esa persona es igual a ti: tuvo sus errores, sus novios, sus amistades y movidas, su manera de ser, vestir y proyectarse ante los demás; pero ya en la adultez, te das cuenta que esas cosas no importan, que muchas personas pueden ser diferentes a ti y eso no debe molestarte en lo absoluto. Es algo que comprendí apenas salí del colegio, al mundo real y silvestre, en donde toda esa mierda pasa a segundo plano y lo único que importa es el aporte que hagas al mundo.