El mes de junio es un mes muy especial. A pesar de las calurosas lluvias, los tranques y más personas enfermándose de influenza estacional; «Ya huele a jamón, arroz con guandú y a pintura fresca» (haciendo alusión a la Navidad), y en años como este tenemos muchos torneos deportivos que nos distraen de nuestra realidad. Todo bien, hasta que hablamos del Orgullo Gay y el ‘normal’ sentimiento agridulce que nos provoca este tema.
Opiniones diversas existen, y no está mal explorar diferentes puntos de vista, pero aquellas que instan a odio y a la discriminación, simplemente no son bienvenidas, vengan de quien sea. Y no es para menos: es un tema tan complejo y con tantas aristas que explorar, en un país-aldea como Panamá.
En Latinoamérica está impregnado el machismo como cultura, pensamiento y costumbre, lo cual es principalmente lo que alimenta el odio y la discriminación hacia estas minorías, que sí, son minorías pero no por serlo dejan de tener derechos humanos.
Y algo que es tan normal para una persona hetero, es la eterna lucha de los gays para obtener los mismos derechos: a su propia identidad, a casarse (unión libre, NO matrimonio), a optar por préstamos y bienes en conjunto, ¡incluso a donar sangre! Sí, en Panamá no eres apto para donar sangre si eres homosexual. Aunque seas responsable y siempre te protejas en tu intimidad, según la ley: gay = libertinaje a diestra y siniestra.
Entonces, ¿ves que es injusto que por el simple hecho de que una persona sienta atracción sexual por otra persona de su mismo sexo, no pueda tener estos derechos? Es esta la verdadera lucha de la Comunidad Gay en Panamá (y en el resto del mundo), ellos no luchan por tener libertad de cogerse en público (que igualmente para una pareja heterosexual es ilegal), ser unas ‘locas’ en las calles, colocar banderas de arco iris en cada esquina, ‘pervertir a los niños’ con la Ideología de Género, ni ‘convertir a Panamá en Sodoma y Gomorra’.
¡HELL, NO! Ellos luchan por tener los mismos derechos básicos que tienes tú: a unirse legalmente con quienes ellos aman y obtener bienes en conjunto, a optar por puestos de trabajo y que su orientación sexual sea indistinta, a tener sus hijos o querer adoptar brindando amor y valores, a heredar los bienes de sus parejas cuando éstas mueran (tal como sucede con las parejas heterosexuales) a reasignarse el sexo si sienten que nacieron en el cuerpo equivocado sin mayores inconvenientes externos… y un largo etcétera que a los más conservadores les hierve la sangre, por falta de empatía.
Y es más que nada eso, falta de empatía, quizás porque su frágil masculinidad o mente cerrada, no les permite ver más allá y realizar que puede haber alguien que conozcan o que quieran mucho que está pasando por esta lucha constante, por el simple hecho de comportarse de manera diferente a sus semejantes. Y ni hablar de la iglesia, o más bien de aquellos creyentes que repiten como papagallos pasajes obsoletos de libros en donde reina el machismo y las costumbres arcaicas que llevan a cabo a su conveniencia.

Entonces, si existe un Dios o la naturaleza en sí, que permite que haya tanta variedad de personalidades, culturas, religiones, razas y estatus sociales; por qué escandalizarse con la conducta sexual de algunos… Simplemente no tenemos que basar los derechos básicos de alguien en ello. Literalmente, ¡¿qué carajos nos importa lo que hagan con sus genitales y traseros?! Son adultos igual que uno… y ni hablar de aquellos que intentan basar sus argumentos en hijos imaginarios solo para expresar el calibre de su morbo e intolerancia, pero ese es tema de otro día.
En fin, en la variedad está la belleza de nuestra especie y no hay nada que nos una más que la empatía y el amor, sí… ese amor que esta comunidad tanto busca gozar de manera libre y natural. Ese amor que puede traducirse en tolerancia, amistad, aceptación, apoyo y conciencia por la lucha de esas personas, que al final son iguales a ti y solamente buscan su tranquilidad y vivir felices, como todo el mundo.