¡Más empatía, por favor!

En algún momento de nuestra vida cometemos la estupidez de creernos jueces de las acciones de los demás, claro, es mucho más fácil ver los toros desde la barrera. Es mucho más fácil ver los problemas desde afuera, como si fueramos espectadores de un show del cual ni siquiera pagamos las entradas. Es más sencillo decir que vas a tomar una decisión cuando realmente no te toca a tí tomarla.

Lo vemos tan a la ligera simplemente porque no nos pasa a nosotros, y llega a ser molesto cuando intentamos dirigir a quienes sí pasan por una terrible situación. Es imprudente, molesto y causa rabia porque comentarios así vienen de personas con cero empatía hacia nosotros. Y es eso, la empatía que a muchos les falta y que otros muchos necesitan en situaciones realmente estresantes o relaciones tóxicas en las que, sin saberlo, terminamos involucrados.

Esto pasa mucho con personas que han sufrido de violencia doméstica, acoso sexual, violaciones, depresión, ansiedad, una enfermedad grave o que simplemente tengan un problema tan grande que ya se les sale de sus manos y no encuentran una solución.

Todos hemos sido protagonistas y espectadores, todos hemos sido parte del problema y hemos visto a nuestros seres queridos envueltos en esas situaciones engorrosas. Pero entonces, ¿por qué siguen existiendo personas que juzgan y que, por puro altruismo quieren vanagloriarse de solucionarle la vida a alguien?

Incluso hay personas que juran y perjuran que jamás pasarán por una situación así, y realmente no lo sabes hasta que te toca vivirlo. Mucho sucede con las relaciones tóxicas y situaciones de violencia doméstica: como dije, siempre será más fácil ver los toros desde la barrera y juzgar a las personas que pasan por algo tan horrible como eso.

Simplemente NO TIENES EMPATÍA cuando dices comentarios hirientes, cuando dices ‘lo que harías tú’ y que eso ‘jamás te pasaría’… ¡No… no le haces un favor a nadie, no solucionas nada y tus palabras destruyen en lugar de construir! Y si realmente deseas aportar, entonces ¡NO DIGAS NADA! Aprende a escuchar, incluso a tolerar el silencio si esa persona no desea hablar de lo que le sucede, a tenerle paciencia.

A veces, incluso, la persona más empática no es la que vive preguntando ¿cómo estás? o ¿cómo sigues?… A veces ni siquiera queremos hablar de eso; sino aquella que se preocupa más por dibujar una sonrisa en tu rostro con cualquier cosa. Aquella que te invita a algo tan simple como un helado, te presta un libro interesante o te habla de un tema súper equis, que hace que se te olvide lo que sea que te pasa.

Así que antes de siquiera pensar en opinar, aunque sea mentalmente, sobre el problema de alguien más, pregúntate ¿es necesario? ¿a esa persona le hará bien lo que sea que quiera decirle? ¿esta situación me ha pasado a mí? ¿a esa persona realmente le interesa lo que yo piense? ¿realmente me importa esa persona?… Si alguna respuesta es negativa, entonces simplemente quédate callad@ y sigue con tu vida.

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