[8 de diciembre de 2019] 3 años 6 meses y 8 días… exactamente 1,289 días han pasado y en todos te he pensado. Te he llorado, cada vez un poco menos pero mi corazón te sigue extrañando.
En mí está tu recuerdo y en los ojos de mis hijos te veo, aunque anhele tanto soñar contigo y quedarme para siempre en ese sueño.
En mis pausas me dejo llevar por mi somnolencia, en donde siento más fuerte tu presencia. No quisiera irme sin antes despedirme, pero es tentador ahora que está más fuerte tu ausencia.
Mis pausas son lentas, taciturnas y sin previo aviso, a veces siento que molestan y que asustan a quien está conmigo.
En mis pausas te veo tranquilo, en paz contigo mismo, sentado pero de espaldas, viendo algo que yo también quisiera ver, pero vuelvo en mí aún sin saber por qué.
Si en una de esas veces tomas mi mano, creo que no la soltaría, porque sé que contigo me iría y aunque mis ganas sean en vano, cuento los segundos para que llegue ese día.
Sé que a los ojos me mirarías y me dirías, que debo permanecer viva. Que nuestros hijos y nietos me necesitan, que no es el momento todavía.
En cada abrazo de mis hijos, te busco y en cada abrazo que les doy, ellos te encuentran. En cada bendición a mis nietos, invoco tu presencia, para que los cuides, porque no estaré siempre. Como un ángel omnipresente, que hace guardia y que espera, así como yo que quisiera cumplir mi deseo de volver a verte.
Te he amado toda mi vida y mi corazón sigue latiendo por ti. Viejo, cansado, un poco enfermo, pero sigue aquí… Es cierto que me da miedo morir, pero el amor que siento en mi pecho, de hecho, me hace volver en mí para seguir amando a mis hijos así como tú me sigues amando a mí.