Me tardé mucho, más por flojera que otra cosa, pero es un gran peso que me quito de encima pues es quizás el último documento que me faltaba por sacar para ser una supuesta «adulta hecha y derecha» (sí, supuesta, porque aún mis papás me pagan la universidad).
Recuerdo el día de la prueba teórica: mi mamá preguntándome y corrigiéndome cual Mayii en 4to grado cuando se le hacía difícil memorizar las respuestas del examen. Mamá también me explicaba algunas cosas que no entendía, me contaba anécdotas y también se sorprendía con algunas respuestas, ya que han pasado mil años desde que estuvo en mi posición.
Intenté por todos los medios aprender a mejorar mi manejo con carro de cambio, y aunque me defiendo con la Toyota 4Runner (el carro más viejo de mi papá y que siempre utilicé para practicar); era un chiste decir que iba a realizar las típicas pruebas de estacionamiento con semejante camioneta. Le tengo un gran cariño a ese carro y si mi papá no lo vende, intentaré sacarle provecho en carretera.
Otro fin de semana intenté practicar con la Nissan Frontier de mi papá, que aunque tiene los cambios más suaves que la 4Runner, el vagón gigante era algo que simplemente me crispaba los nervios así que no volví a practicar con ese pick up.
Intenté con el Mitsubishi Lancer 2006 de mi mamá, que aunque era mucho más cómodo, al realizar las pruebas de estacionamiento, se me apagaba a cada rato y con mi papá gritándome al fondo, simplemente fue traumático. Hasta lloré y me pelié con mi papá porque tenía 0 de paciencia.
Alguna vez recuerdo haber practicado con el Hyundai Elantra de mi hermano, pero es súper incómodo y tiene muchas trabas locas… ¡totalmente descartado!
Todos en mi casa tienen carros manuales, así que simplemente era imposible pensar en ir a manejar esos carros. Ese día tomamos la decisión de alquilar un carro automático para practicar y realizar las pruebas pertinentes. Papá, como siempre al rescate, hizo todo esto posible y por dos fines de semana seguidos pude practicar con un Kia Picanto automático: prácticamente un ataúd de hormiga, el cual tiene cero imponencia en la calle, pero súper fácil y efectivo para lo que fue alquilado.
Simulábamos las pruebas de estacionamiento con tanques de pintura, gritos de instrucciones y mi hermano arriesgándose a que lo atropellara varias veces.
Al final las pruebas no fueron mayor problema, todo fue excelente y pude realizar los trámites. Estaba confiada porque, con todas estas horas (y gritos y pinchazos en las piernas), me preparé lo suficiente y pude comprender que estar al volante es una gran responsabilidad. Poco a poco me soltaban, Pipo más porque me daba la confianza y tenía toneladas de paciencia en comparación con mi papá.
Fue una prueba de paciencia también para ellos y estoy tan agradecida por esta muestra de amor y comprensión incondicional. Definitivamente me sentí muy afortunada porque al ver que todo resultó excelente, estaban ahí expectantes a mi respuesta. Esperándome con un abrazo o una sonrisa y felicitándome. En realidad lo más gratificante, más que la licencia en sí, fue ver que ellos estuvieron apoyándome siempre.
¡Mamá, Papá, Pipo… Los amo!